domingo, 21 de octubre de 2012

El Poder de la Oración



EL PODER DE LA ORACIÓN

La oración, o el poder de conceder la salud permanente a nuestros cuerpos
e iniciar una era de paz y cooperación sin precedentes entre los gobiernos y las naciones.
Tomado del libro El Poder de la Profecía ("El Efecto Isaías", año 2000) de Gregg Braden.

ORACIÓN MASIVA Y SEMILLAS DE MOSTAZA
Además de las predicciones escritas de los antiguos profetas, las condiciones que
preceden a un tiempo de grandes guerras se conservan en la tradición oral de muchos
pueblos amerindios. Quizá los acontecimientos que preparan el camino para semejante
tragedia estén mejor resumidos por el propio pueblo de la paz, los Hopi. En una parte de
su profecía nativa, los Hopi nos recuerdan elocuentemente que cada vez que la
humanidad se aparta de las leyes naturales que afirman la vida en este mundo, nuestras
elecciones se reflejan en nuestra sociedad y en los sistemas naturales que nos rodean. A
medida que el corazón y la mente de los seres humanos se separan tanto que se olvidan
de su mutua existencia, la Tierra actúa para recordarnos nuestros mayores atributos.
«Cuando los terremotos, las inundaciones, los granizos, las sequías y las hambrunas se
conviertan en algo habitual, habrá llegado el momento de regresar al auténtico camino.»
Además de ofrecer los signos de ese tiempo, las tradiciones de los Hopi van aún más
lejos, recomendando una forma de actuar que haga que el corazón y la mente de las
personas vuelvan a alinearse con la Tierra.
Aunque engañosamente simple, la profecía nos recuerda que «cuando se utilicen la
oración y la meditación en lugar de confiar en nuevos inventos que crean más desequilibrio

, entonces también ellos [los seres humanos] hallarán el verdadero 
camino».
Indios Hopi
Las palabras de los Hopi nos sirven de simples recordatorios del principio
cuántico que afirma que para cambiar el resultado de los acontecimientos que ya están en
curso, tenemos que cambiar nuestras creencias respecto al propio resultado. Al hacerlo,
atraemos la posibilidad que coincida con nuestra nueva creencia y liberamos las
condiciones actuales, incluso las que ya están en camino.
Los últimos estudios sobre los efectos de la oración aportan una nueva credibilidad a las
antiguas proposiciones que sugerían que podríamos «hacer algo» respecto a los horrores
de nuestro mundo, tanto en el presente como en el futuro. Estos estudios se suman a un
creciente número de pruebas, que indican que las oraciones con un propósito,
especialmente las que se realizan a gran escala, tienen un efecto predecible y verificable
sobre la calidad de vida en el momento de la oración. Hay una serie de estudios, apo-
yados en datos estadísticos sobre los cambios producidos en la vida cotidiana cuando se
estaban ofreciendo oraciones, como es el caso de delitos específicos y accidentes de
tráfico, que han demostrado que existe una relación directa entre las oraciones y las
estadísticas. En las épocas en que se reza, las estadísticas bajan. Cuando las oraciones
terminan, los datos estadísticos vuelven a subir hasta los niveles anteriores.
Los científicos sospechan que la relación entre la oración masiva y la actividad de las
personas en las comunidades se debe a un fenómeno que se conoce como el efecto de
campo de la conciencia. Al igual que la descripción de Joseph sobre la salvia, en que la
experiencia de una planta afecta a todo el campo, los estudios con muestras específicas
de la población parecen confirmar esta relación. Dos científicos, que se considera que han
desempeñado un papel primordial en el desarrollo de la psicología moderna, hicie-
ron referencia claramente a tales efectos observados en los estudios, hace casi cien años.
En un ensayo publicado originalmente en 1898, por ejemplo, William James sugiere que
«existe un continuo de conciencia que une a las mentes individuales, que se podría
experimentar directamente si el umbral psicofisico de la percepción se bajara lo suficiente
William James
mediante el refinamiento del sistema nervioso».
El ensayo de James era una referencia
moderna a una zona de la conciencia, dentro de un plano de la mente universal, que se
encuentra en toda forma de vida. Al usar las cualidades específicas del pensamiento, el
sentimiento y la emoción, podemos conectar con esta mente universal y compartir sus
beneficios. El propósito de muchas oraciones y técnicas de meditación es precisamente
alcanzar esa condición.

En el lenguaje de su tiempo, las antiguas enseñanzas nos indican que existe un campo de
conciencia similar, al que se puede acceder por métodos parecidos. La tradición védica,
por ejemplo, habla de un campo de «conciencia pura» unificado que impregna toda la
creación.
En estas tradiciones, nuestras experiencias del pensamiento y de la
percepción son contempladas como obstáculos, interrupciones en lo que de otro modo
sería un campo inmutable. Al mismo tiempo, gracias a nuestra práctica de dominar la
percepción y el pensamiento podemos hallar la conciencia unificadora como individuos o
como grupo.
Aquí es donde la aplicación de tales estudios resulta crucial en nuestros intentos por
conseguir la paz mundial. Si vemos el conflicto, la agresión y la guerra en el mundo
exterior como indicativos de estrés en nuestra conciencia colectiva, entonces el alivio del
estrés colectivo también eliminaría las tensiones globales. Según Maharishi Mahesh
Yogui, fundador de la Meditación Trascendental (MT), «Todos los actos de violencia,
negatividad, crisis conflictivas o problemas en cualquier sociedad no son más que una
expresión del aumento del estrés en la conciencia colectiva. Cuando el nivel de estrés es
lo suficientemente alto, estalla una gran escalada de violencia, guerra y sublevación civil,
para lo cual se requiere la intervención militar». La belleza del efecto de campo es que
cuando se alivia el estrés en un grupo, los efectos se registran fuera del mismo, en un
área aún mayor. Este es el pensamiento que condujo a estudiar los efectos de la
meditación y oración practicada por grandes grupos de personas durante la guerra israelí-
libanesa a principios de los ochenta.
En el mes de septiembre de 1983, se realizaron estudios en Jerusalén para explorar la
relación entre oración, meditación y violencia. Aplicando las nuevas tecnologías para
probar una antigua teoría, colocaron a personas que habían practicado las técnicas de la
MT, consideradas por los investigadores sobre la oración como un modo de oración, en
lugares estratégicos dentro de Jerusalén durante el conflicto con Líbano. La finalidad del
estudio era determinar si la reducción del estrés en esos lugares concretos se reflejaría en
un descenso de la violencia y de la agresividad a nivel :regional.
Los estudios de 1983 eran posteriores a otros experimentos que indicaban que bastaba
con que un uno por ciento de una población practicara formas unificadas de oración y
meditación por la paz para que se redujera el índice de criminalidad, accidentes y
suicidios. Los estudios realizados en 1972 demostraron que , 24 ciudades
estadounidenses, cada una de ellas con poblaciones de más de diez mil personas,
experimentaron una reducción estadísticamente comprobable de la delincuencia cuando
tan sólo un uno por ciento (cien personas por cada diez mil) de la población participó de
alguna forma en la práctica meditativa.
Maharishi Mahesh Yogui

Efecto Maharishi
Esto se conoció como el «efecto Maharishi».
Para determinar de qué modo ciertas formas de meditación y de oración podrían influir en
la población general en el estudio israelí, la calidad de vida se definió mediante un índice
estadístico basado en el número de incendios, accidentes de tráfico, delitos, fluctuaciones
en el mercado de valores y en el estado de ánimo de la nación. En el momento álgido de
los experimentos, 234 participantes meditaron y oraron, una mínima fracción de la
población de todo Jerusalén. Los resultados del estudio mostraron una relación directa
entre el número de participantes y el descenso de la actividad en las distintas categorías
de la calidad de vida. Cuando el número de participantes era elevado, el índice de
incidencias en las categorías citadas descendía. Los crímenes, incendios y accidentes
aumentaron cuando el número de personas que oraba se
redujo.
Estos estudios demostraron una alta correlación entre el número de personas que oraban
y la calidad de vida en los lugares vecinos. En estudios similares llevados a cabo en
centros urbanos importantes de Estados Unidos, India y Filipinas, se observaron
correlaciones semejantes. Los datos de estas ciudades entre 1984 y 1985 confirmaron
descensos en los índices de delincuencia que «no podían ser debidos a tendencias o
ciclos de criminalidad, o a cambios en las políticas o procedimientos policiales».

LA COSECHA ES COPIOSA,
AUNQUE ESCASOS LOS LABRADORES
Durante siglos, profetas y sabios han sugerido que si una décima parte de un uno por
ciento de la humanidad colaborara en un esfuerzo unificado, se podría cambiar la
conciencia del mundo entero. Si esas cifras son exactas, entonces un número
sorprendentemente reducido de personas podría plantar las semillas de grandes
posibilidades. En estos momentos se calcula que la población del planeta asciende a
aproximadamente seis mil millones de habitantes; un uno por ciento de nuestra familia
global serían sesenta millones de personas, y una décima parte de ese número, alrededor
seis millones. Seis millones de personas representan escasamente tres cuartos de la
población de Los Ángeles
Aunque estas estadísticas puedan representar un número óptimo para producir un
cambio, ¡los estudios de Jerusalén y de otros grandes centros urbanos dan a entender
que las cifras para iniciar semejante cambio pueden ser aún menores! Los estudios
indican que los primeros efectos de la meditación u oración masiva fueron observables
cuando el número de participantes en las oraciones era superior a
la raíz cuadrada del
uno por ciento de la población.
¡En una ciudad de un millón de personas, por ejemplo,
este valor representa sólo cien personas!
Aplicar los descubrimientos localizados en las ciudades donde se han realizado las
pruebas a una población mayor a escala mundial, puede suponer la obtención de
poderosos e inesperados resultados. ¡La raíz cuadrada de un uno por ciento de la
población del planeta, que representa sólo una fracción de los cálculos antiguos, supone
únicamente una cifra inferior a ocho mil personas! Con la llegada de Internet y las
comunicaciones informatizadas, organizar meditaciones u oraciones coordinadas que
sean seguidas por un mínimo de ocho mil personas es bastante viable. Como es natural,
esta cifra representa sólo el mínimo requerido para que empiece el efecto, una especie de
umbral. Cuanto mayor sea el número de participantes, más se acelerará el efecto. Estas
cifras nos recuerdan las antiguas admoniciones en las que nos decían que unas pocas
personas pueden provocar un cambio en el mundo.
Quizás esta sea la «semilla de mostaza» de la parábola que Jesús utilizó para demostrar
la cantidad de fe requerida a sus seguidores. Respecto a esta fe, en el Evangelio Q se
nos recuerda que «la cosecha es copiosa, aunque escasos los labradores».` Con las
pruebas de semejante potencial, ¿cuáles son las implicaciones de dirigir este poder
colectivo hacia los grandes retos de nuestro tiempo? Quizá ya hayamos presenciado el
efecto de estas elecciones globales en ejemplos como la oración por la paz la víspera de
la acción militar contra Iraq en el mes de noviembre de 1998.

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