¡YES, I CAN!
¡CAMBIA EL MUNDO!
Si quieres que el mundo cambie, cambia tú antes.
Artículo aparecido en El País Semanal, 15/07/2012, suplemento
dominical del periódico EL PAÍS, titulado: ¡QUE CAMBIEN LOS DEMÁS!, firmado por
Borja Vilaseca.
Tenemos tanto miedo al cambio, que muchos nos aferramos a
una serie de mecanismos de defensa para no cuestionar las creencias con las que
la sociedad ha moldeado nuestra identidad.
Cuenta una historia que el joven rey de un imperio lejano se
cayó un día de su caballo y se rompió las dos piernas. A pesar de disponer de
los mejores médicos, ninguno consiguió devolverle la movilidad. No le quedó más
remedio que caminar con muletas. Debido a su personalidad orgullosa, mandó
publicar un decreto por el cual se obligaba a todos los habitantes a llevar
muletas. Las pocas personas que se revelaron fueron arrestadas y condenadas a
muerte. Desde entonces, las madres enseñaron a sus hijos a caminar con muletas
en cuanto comenzaban a dar sus primeros pasos.
Como el monarca tuvo una vida muy longeva, muchos habitantes
desaparecieron llevándose consigo el recuerdo de los tiempos en que se andaba
sobre las dos piernas. Años más tarde, cuando el rey finalmente falleció, los
ancianos que todavía seguían vivos intentaron abandonar sus muletas, pero sus
huesos, frágiles y fatigados, se lo impidieron. A veces trataban de contarles a
los más jóvenes que años atrás la gente solía caminar sin utilizar ningún
soporte. Pero los chicos solían reírse de ellos.
Movido por la curiosidad, un día un joven intentó caminar
por su propio pie tal y como los ancianos le habían contado. Al caerse al suelo
constantemente, pronto se convirtió en el hazmerreír de todo el reino. Sin
embargo, poco a poco fue fortaleciendo sus entumecidas piernas, ganando
agilidad y solidez, lo que le permitió dar varios pasos seguidos. Su conducta
empezó a desagradar al resto de habitantes. Al verlo pasear, la gente dejó de
dirigirle la palabra. Y el día que el joven comenzó a correr y saltar, nadie lo
dudó; todos creyeron que se había desquiciado por completo. En aquel reino,
donde todo el mundo sigue llevando una vida limitada con muletas, al joven se
le recuerda como "el loco que caminaba sobre sus dos piernas".
"Desde que nacemos se nos adoctrina para hacernos
empleados sumisos y consumidores voraces, y así perpetuar el sistema"
LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD
"Sé obediente. Estudia, trabaja, cásate, ten hijos,
hipotécate, mira la tele, compra muchas cosas. Y sobre todo, no cuestiones
jamás lo que te han dicho que tienes que hacer" (Peter Joseph)
No hay nadie a quien culpar. Pero lo cierto es que desde el
día en que nacemos se nos adoctrina para que nos convirtamos en empleados
sumisos y consumidores voraces, perpetuando el funcionamiento insostenible del
sistema. Así es como, al entrar en la edad adulta, seguimos la ancha avenida
por la que transita la mayoría, olvidándonos por completo de seguirnos a
nosotros mismos, a nuestra voz interior. Por el camino nos desconectamos de
nuestra verdadera esencia -de nuestros valores y principios más profundos-,
construyendo una personalidad adaptada a lo que nuestro entorno más cercano
espera de nosotros.
Si bien la sociedad y la tradición ejercen una poderosa
influencia sobre cada uno de nosotros, en última instancia somos libres para
tomar decisiones con las que construir nuestro propio sendero. Es una simple
cuestión de asumir nuestra parte de responsabilidad. Sin embargo, tomar las
riendas de nuestra existencia nos confronta con nuestro miedo a la libertad.
Prueba de ello es que tendemos a ridiculizar procesos y herramientas -como el
autoconocimiento y el desarrollo personal- orientados a cambiar nuestra
mentalidad.
"Como en general huimos de nosotros mismos, lo más
común es encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte"
LOS SIETE ENEMIGOS
"Formamos parte de una sociedad tan enferma que a los
que quieren sanar se les llama raros y a los sanos se les tacha de locos"
(Jiddu Krishnamurti)
Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría,
hacemos todo lo posible para no salirnos del camino trillado, rechazando
sistemáticamente ideas nuevas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos
hecho cuando no nos ha quedado más remedio. Por eso lo solemos asociar con la
frustración y el fracaso. Tanto es así, que existen siete mecanismos de defensa
cuya función es garantizar la parálisis psicológica de la sociedad. El primer mecanismo
de defensa es el MIEDO (1), el más utilizado por el statu quo como elemento de
control social. Cuanto más temor e inseguridad experimentamos los individuos,
más deseamos que nos protejan el Estado y las instituciones que lo sustentan.
Basta con bombardear a la población con noticias y mensajes con una profunda
carga negativa y pesimista.
Enseguida aparece en escena el AUTOENGAÑO (2), es decir,
mentirnos a nosotros mismos -por supuesto, sin que nos demos cuenta- para no
tener que enfrentarnos a los temores e inseguridades inherentes a cualquier
proceso de transformación. Para lograrlo basta con mirar constantemente hacia
otro lado. Como dijo Goethe, "nadie es más esclavo que quien falsamente
cree ser libre".
Por esta razón, el autoengaño suele dar lugar a la
NARCOTIZACIÓN (3). Y aquí todo depende de los gustos, preferencias y adicciones
de cada uno. Lo cierto es que la sociedad contemporánea promueve infinitas
formas de entretenimiento que nos permiten evadirnos las 24 horas del día. Dado
que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más común es
encontrarnos con personas que no van hacia ninguna parte.
Con el tiempo, esta falta de propósito y de sentido suele
generar la aparición de la RESIGNACIÓN (4). Cansados físicamente y agotados
mentalmente, decidimos conformarnos, sentenciando en nuestro fuero interno que
"la vida que llevamos es la única posible". Asumimos definitivamente
el papel de víctimas frente a nuestras circunstancias.
ARROGANCIA Y CINISMO
En caso de sentirnos cuestionados solemos defendernos impulsivamente
por medio de la ARROGANCIA (5), muchas veces disfrazada de escepticismo. Esta
es la razón por la que solemos ponernos a la defensiva frente a aquellas
personas que piensan distinto. Al mostrarnos soberbios e incluso prepotentes,
intentamos preservar nuestra rígida identidad.
Si seguimos posponiendo lo inevitable, la arrogancia suele
mutar hasta convertirse en CINISMO (6). Sobre todo y tal como se entiende hoy
día. Es decir, como la máscara con la que ocultamos nuestras frustraciones y
desilusiones, y bajo la que nos protegemos de la insatisfacción que nos causa
llevar una vida de segunda mano, completamente prefabricada. Tal es la falsedad
de los cínicos, que suelen afirmar que "no creen en nada", poniendo
de manifiesto que en realidad no creen en sí mismos.
Por último, existe un séptimo mecanismo de defensa: la
PEREZA (7). Y aquí no nos referimos a la definición actual, sino al significado
original. La palabra pereza procede del griego acedia, que quiere decir
"tristeza de ánimo de quien no hace con su vida aquello que intuye o sabe
que podría realizar".
En fin, nadie dijo que fuera fácil, pero para empezar a
cambiar solo hay que dar un primer paso.
PRISIONEROS DE LAS CREENCIAS
Un niño fue al circo con su padre y quedó fascinado con un
enorme elefante, de fuerza descomunal. Al terminar la función, el chico vio
cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada
en el suelo. Le sorprendió constatar que la estaca era un minúsculo pedazo de
madera. "Papá, cómo puede ser que el elefante no se escape?", le
preguntó. Y su padre le dijo: "Porque está amaestrado". "Y si
está amaestrado", insistió el chico, "por qué lo encadenan?". El
padre no supo qué decirle. Otro hombre que había escuchado la conversación le
reveló la respuesta: "El elefante no se escapa porque ha estado atado a
una estaca parecida desde que nació. Al principio trataría de soltarse,
empujando con fuerza. Pero siendo un elefantito, la estaca era demasiado
resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y,
finalmente resignado. Ahora ya ni se lo plantea".
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